Amanece y es el cuarto día. ¿Os acordáis? Dije que estaría cuatro días más. Se acabó amigos.
¡No! Aun queda disfrutar de todo este día. Marcelo, a modo de despedida, me dijo que me llevaría a uno de los lugares más emblemáticos e históricos de la provincia napolitana: ¡El Vesubio! Es un volcán inmenso conocido en, prácticamente, todos los rincones del planeta Tierra.
Una vez llegados al punto más alto donde la empresa que coordina el senderismo en la ya mencionada montaña permite, hemos hecho un pic-nic. ¡Deliciosos bocadillos de paté!
En el postre he mirado a la nada, mientras pensaba en todo. Este viaje me ha cambiado la vida y aunque tú quizá nunca llegues a saberlo: Te quiero, Marcelo. Cada paso que he dado para llegar hasta aquí, cada lágrima, cada noche de insomnio tienen tu nombre grabado en la dedicatoria. Siéntete afortunado, pues eres dueño de un corazón.
Os adjunto una vista cenital del volcán. Si entrase en erupción, lo apagaría con mis lágrimas por amor.
Alba Soria Cañamero
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